Las ilustraciones de este número corresponden a obras de Jorge Carbajal
|
|
|
|
Segunda breve historia de la filosofía 30
Sodomía y filosofía
Les presento e introduzco en esta historia a René Descartes, o Renatus Cartesius. Con Descartes se da una vuelta de página en la historia de la filosofía. Para muchos con él se inicia la filosofia occidental. La filosofía antigua aún tiene resabios orientales. El contacto con Persia y Egipto la orientalizan. En el helenismo la aparición de los gimnosofistas en la excursión de Alejandro a la India, inspira a cínicos y pirronianos. Los romanos beben agua griega y la edulcoran con sus meditaciones sobre los alcances del poder.
Luego la teología. Después un Renacimiento en el que la filosofía apenas se destaca en comparación con las maravillas del arte. Vimos a Montaigne conversar consigo mismo.
Descartes es occidente. Es ciencia y tecnología, es el mundo de la técnica, es la unción del Objeto, la fundamentación del Sujeto, la justificación del capitalismo, la idealización del Yo, la enajenación del hombre en las cosas, la conquista de la naturaleza, la depredación ecológica, la exterminación de las especies animales, la mecanización de la vida, la separación mente-cuerpo, la manipulación con mayúscula, y toda esta epopeya realizada por un hombrecito de sólo 1 metro 55cm de estatura.
Hay una historia de la filosofía que se escribe por detrás. El comentarista le pide al filósofo que se dé vuelta. Le pone el capitalismo y la explotación del hombre por el hombre, por ejemplo, atrás. El comentarista se pone detrás del capitalismo. Y ahí comienza el baile del trencito. El comentarista de espíritu revolucionario
se la mete al capitalismo que se la mete al filósofo. Este trencito acoplado se puede hacer con todos los filósofos. A Platón se la mete el esclavismo, a Kant la burguesía, a Heidegger el nazismo, a Foucault el nihilismo, el posmodernismo y los saunas de San Francisco y el supuesto historiador de la filosofía se la mete a todo el mundo. <div
Este modo de leer la filosofía se organizó académicamente en la Academia de Ciencias de la Unión Soviética para diagramar el proyecto de educación marxista en las escuelas. Inauguraba la era de la sodomía leninista que se divulgó en otros horizontes hasta descender luego de su vigencia en el bloque detrás de la Cortina y de la Guardia de Hierro en los maravillosos años setenta en las cátedras de Sodomía Nacional.
Imagínense como está Descartes. No tiene respiro. En sus Meditaciones cuenta que sentado frente a una estufita duda sobre todo lo que le han enseñado, que los libros no le bastan, que necesita pensar por sí mismo, que necesita un reaseguro que garantice que sus pensamientos no son ilusorios, que la veracidad de sus ideas debe legitimarse por reglas internas, un orden inmanente de razones, que debe elaborar un método que siga pasos graduales para depurar al pensamiento de fantasías, que hay que llegar a lo simple, indudable y sin mezclas, lo que denomina “evidente”, que este método debe ser el instrumento para crear una Ciencia de la naturaleza que pueda leerse exhaustiva e íntegramente por un ojo matematizado, que esta Ciencia debe proteger a los hombres del infortunio de la existencia, y que la rama del saber que más necesitamos es la Medicina, porque no hay como la salud, él lo sabe que vió morir a su hijita a los cinco años de escarlatina, él que piensa en todo esto, siente la presión de algo que lo oprime por detrás, un dolor cada vez más intenso, un aliento que entibia su nuca y una risa metálica.
No es el Genio Maligno, personaje famoso de las meditaciones cartesianas, sino el profesor de la cátedra de Sodomía Nacional, que le mete capitalismo, colonialismo, imperialismo, tecnicismo, mientras arenga a las masas de la confitería popular.
Como dice el biógrafo de Descartes Richard Watson quien con su esposa Pat hizo el trayecto por todas las ciudades y países por los que viajó el inquieto Renato: “ahora se sostiene, incluso, que la construcción de cámaras eficientes para gasear gitanos y judíos, implicaba una actitud cartesiana por parte de los nazis”.
Sin embargo, pueden dormir tranquilos los miembros de la secta SN, Descartes tuvo su merecido castigo a los 53 años, cuando, sensible que era al frío, a la Reina Cristina, la de Suecia, se le ocurrió levantarlo de la cama en su refugio de la ciudad de Estocolmo, para que le explicara un teorema. Despabilamiento que le costó la vida una semana después. Dicen que las consecuencias de éste llamado monárquico y algebraico, fue la única contribución sueca a la historia de la filosofía.
Segunda breve historia de la filosofía 31
Por una filosofía fácil
Una de las afirmaciones que más se repiten en Descartes es que quiere idear un método que pueda ser usado por cualquiera que quiera pensar. Sostiene que hay una tradición que ha identificado la oscuridad del pensamiento con su calidad. Por el contrario, aduce, el pensamiento de valor tiende a la simplicidad.
Insiste Descartes en establecer que una de las raíces de la confusión en las ideas es la de mezclar lo que no debe ser mezclado y la de buscar dificultades vanas.
En esto Descartes es un pionero. A nadie se le ocurrió hasta ese momento que el camino de la verdad es el de la facilidad. Más aún, gracias a las matemáticas, para Descartes, el pensamiento ha encontrado la vía regia de la claridad y de la distinción. Los procedimientos de cálculo y el trazo de las figuras geométricas constituyen una disciplina accesible para todo el mundo... menos para mí.
Incorporo esta afirmación intempestiva y personal, ya que cada vez que en los textos que he leído de Descartes comienzan los enunciados matemáticos y las ecuaciones algebraicas, como algunos garabatos de la óptica y de la física, sigo de largo porque me han cambiado el idioma. Aún no entiendo como llegué al título de bachillerato tomando en cuenta los años que padecí la numerología. Sé que necesité ayuda de Dios – finalmente en eso me parezco a Descartes – y de profesores privados, sólo así pude atravesar este idioma incomprensible que son para mí las matemáticas.
Adulto he intentado colmar este hiato cultural, fruto de una tradición que ha separado las ciencias duras de las humanidades, fisura que según me han dicho, le ha hecho mal al hombre occidental y al sistema escolar, por lo que he asistido a cursos de amigos matemáticos que son algo así como brujos para mí, cursos de lógica avanzada, de teoremas de Gödel, y otras cosas que me cuestan mucho entender y que por milagro consigo descifrar hasta que me doy cuenta que siempre me pasa lo mismo, no logro retener.
Se me olvida la poca matemática comprendida y siempre comienzo de cero. No consigo desanudar mis dificultades, que no parecen ser sólo mías, ya que la cantidad de bochados en matemáticas se acerca al 90% de los examinados, por lo que debe haber un problema que concierne a la trasmisión.
Claro, no hay buenos profesores, ésa es la razón, con una buena enseñanza todos estaríamos matematizando como los coreanos que arrasan en las competencias y adoran esos insectos de pizarrón. Pero descreo de este optimismo. El otro día vi por la televisión un programa de Adrián Paenza, el periodista matemático, divulgador de esta ciencia incomprensible, que dice que hasta los asnos la entienden, y me puso unos juguetes sobre una mesa, igual que en el Jardín de Infantes, unas bolitas, unos tubitos, dijo la palabra Arquímedes, y luego exclamó : “vieron que fácil”, fácil las pelotas, no entendí ni jota.
Por lo tanto creo que las matemáticas no son para todo el mundo, es para muy pocos y para todos los asiáticos. Con esto por supuesto no quiero decir que el filósofo que creó la occidentalidad sea sólo apto para chinos, porque de ser así, habría una bisagra perfecta entre oriente y occidente sin que siglos de comentarios hayan dado cuenta de esta singular coincidencia, pero de lo que sí nos damos cuenta, nosotros, los pobres diablos que no saben qué hacer cuando los mandan al frente a resolver una cosa al cubo o un algoritmo gualichado, es que si no pertenecemos a occidente cartesiano ni a oriente matemático, no encuentro salida, es decir lugar en el mundo para un cultor de la palabra que no tiene ínfulas de poeta ni de artista creador, es decir, que está atravesado por la pasión filosófica.
Si la filosofía y las matemáticas se declinan juntas, vamos a tener que hacer algo para evitar esta extorsión cifrada e impedir un matrimonio insalubre. Por lo pronto en todas las academias de filosofía pondremos: quien sepa geometría ni se le ocurra incribirse. Después sí, con un poco de tiempo y sosiego, y sin el ataque de los positivistas y matematizantes que no sólo nos descalifican por nuestra ignorancia sino que nos humillan porque consideran que nuestro desconocimiento es también impotencia y discapacidad ante una lengua que hasta los bebés aprenden por lo fácil de asimilar, en ese momento, alejados del desprecio de la pedantería numérica, estudiemos la raíz de nuestra dificultad.
En mi caso lo que me ocurre con los números es lo que les sucede a otros con las palabras, hago las cosas al revés, realizo las operaciones invertidas, en lugar de sumar, resto, de multiplicar, divido, comprendo los problemas al revés. Lo mismo me sucede con los artefactos, en lugar de cerrar, abro, de prender, apago, de atender, cuelgo. <div Soy un disléxico cuantitativo. <
Segunda breve historia de la filosofía 32
La prosa del mundo
Las palabras y las cosas, no me cansaré de repetirlo, el libro de Michel Foucault, es uno de los textos filosóficos más importantes del siglo XX. Es una historia problemática de la filosofía. Recorre un trayecto que parte del siglo XVI hasta el momento en que el autor escribe, mediados de la década del sesenta.
No es un manual en el que se suceden autores, escuelas y doctrinas. La cronología depende de otro tipo de series. La historia gira alrededor de un problema: el lenguaje. Pero lo hace desde una posición distinta de las ciencias del lenguaje. Se refiere a lo que llama “enunciados”, que junto a las positividades y las epistemes, le dan a Foucault el marco teórico para pensar la historia del pensamiento.
Recuerdo una clase de Foucault en la Universidad de Vincennes. Iba a hablar de Descartes. Ya en el comienzo le dió su impronta teórica. No hablaría del filósofo Descartes sino de las condiciones de posibilidad del discurso cartesiano. Lo que denominaba el a priori histórico. Estas condiciones no requerían la presentación de contextos sociales, económicos o políticos, es decir lo que se define como extra-discursivo, sino que se limitaban a trazar un horizonte de enunciados transdisciplinarios que mostraban un modo de pensar, de fabricar enunciados, construir objetos de conocimiento, elaborar reglas de demostración, integrar determinado sistema de justificaciones, que desplegaban una nueva estrategia epistémica y marcaban una discontinuidad en la historia del saber.
El autor, en este caso Descartes, se abría a un mundo, a un murmullo del lenguaje, a un orden enunciativo que así como ofrecía un horizonte de pensamiento, marcaba los límites de lo decible y pensable.
Al pensamiento adscribible al Renacimiento, Foucault lo llama “prosa del mundo”. Es una particular relación entre las palabras y las cosas, entre pensamiento y lenguaje. Su matriz es la semejanza. Dice Foucault: “ el mundo se enrosca sobre sí mismo; la tierra repite el cielo, los rostros se miran en los astros...la representación es repetición”. Esta repetición se expresa en formas retóricas y semánticas como la consonancia, la paridad, la similitud, la proporción, la conjunción, la cópula.
Estas figuras se resumen en tres que son la conveniencia: semejanzas en un lugar común llamado Mundo; la emulación: acción a distancia y juego especular antagónico o fusional; la analogía: la semejanza ya no entre las cosas mismas sino de sus relaciones.
Este sistema de correspondencias está atravesado a su vez por dos movimientos englobantes: la simpatía, es decir la semejanza al nivel de las profundidades, un poder atractivo y mezclador, disolvente de individualidades; y la antipatía: un gemelo negativo que mantiene las cosas en su aislamiento y diferencia.
Todo tiene que ver con todo, aseveración recurrente en la historia de la filosofía, pero esta vez de acuerdo a las figuras de la semejanza como en otro momento lo será de la dialéctica o de las filosofías cíclicas.
El lenguaje en el Renacimiento es parte del mundo y ambos están atravesados por las mismas leyes de asociación y afinidad. Poseer el secreto de la naturaleza es un mismo y único gesto que develar el secreto del lenguaje. Entre las formas visibles del mundo y el alfabeto de los lenguajes esotéricos existe una relación de semejanza que una vez declinada por un saber único, se tiene la llave que nos abre la cifra de la creación.
La escritura es el sedimento opacado por la confusión de lenguas que se purificará al construir un sistema de semejanzas entre las cosas y al redactar un texto que indique dicho sistema, que a su vez sea otro sistema de semejanzas superpuesto al anterior.
La prosa renacentista es global. Un tema se vincula a otro y la composición se vuelve interminable y circular al reunir descripciones científicas, leyendas, mitos, crónicas, todas la etapas de un viaje literario que refleja la identidad del universo en cada pliegue del microcosmos.
Segunda breve historia de la filosofia 33
La confusión de lenguas
Los sistemas de pensamiento se ordenan de acuerdo a reglas inmanentes. Los efectos de lo social en cualquiera de sus manifestaciones no inciden directamente en el orden de los discursos, sino que deben atravesar las configuraciones epistémicas que definen un campo de saber.
Los cambios en los sistemas de pensamiento no son “causados” por determinaciones económicas como afirmaba el marxismo de hace un siglo. Las sociedades no están organizadas como un cuerpo sin órganos – para usar el término de Deleuze – sino como un sistema de tabiques que no permite un fluir continuo y una causalidad expresiva cuya poder de determinación sea directo. Tampoco la palabra dialéctica nos resuelve la dificultad ya que no se trata de un dispositivo de acciones y reacciones ni de una germinación paulatina de semillas en floración.
Hablando de germinación, el premio Nóbel de Medicina François Jacob en su libro La logique du vivantcompleta con información de la ciencias de la vida la configuración renacentista elaborada por Foucault. Nos dice que el modelo reproductivo del Renacimiento se basa en la idea de generación. Los cuerpos son “engendrados”.
Jacob dice que en el pensamiento renacentista la naturaleza es Una. Existe una trama secreta que une a los seres. En la continuidad de la naturaleza no son posibles las diferencias salvo las que separa al hombre de las bestias. Hay un mismo “calor” que genera a los seres que se trasmite por la simiente masculina y por el sol. Las imágenes de la generación se inspiran en la alquimia y en el arte. Todo el universo se refleja en el niño, el niño refleja el universo.
El historiador de las ciencias, el ruso-francés Alexandre Koyré, en su libro Mystiques, spirituels, alchimistes du XVI allemand, nos habla de Paracelso, de su noción global de naturaleza que no es un sistema de leyes ni un inmenso cuerpo regulado, sino una fuerza mágica que crea y produce a sus criaturas como si fueran niños.
No hay que dominar a la naturaleza, hay que dejarla hacer. Los médicos deben tan sólo ayudarla además de recordar que son sus aliados y no sus amos. Conocer es asimilar, no imponer, es devenir idéntico a lo que se quiere conocer. No hay conocimiento sin simpatía, y no hay simpatía sin semejanza. El universo es un Libro, en él, lo invisible y lo visible se articulan en cada parte del todo.
Dios y mundo constituyen así una experiencia orgánica, no son idénticos, pero cuando más se acercan, más real es el mundo. En este libro cósmico, cada ser que lo habita es una “signatura” divina. Hasta los monstruos están bendecidos, los “fuera de especie” , mojones del mundo creado, - nos dice Jacob – que van en contra del curso de la naturaleza, pero no en contra de las formas naturales. Los principios naturales jamás se equivocan, y los monstruos, no son monstruos para Dios.
Para comprender la discontinuidad y las rupturas en la historia del saber, Foucault toma caminos extraños. Nos dice que para pasar de una episteme a otra hay momentos de transición. Rinde tributo a la lengua castellana. Entre el Renacimiento y el pensamiento cartesiano se yergue la figura de Don Quijote, el hombre que confunde las palabras. Es la otra cara de la prosa del mundo renacentista. La escritura y el mundo dejan de parecerse. Las letras ya no son signaturas y se convierten en literatura, y las semejanzas se hacen ridículas. El caballero loco es un forjador de semejanzas salvajes y un alucinado de la analogía. Héroe barroco, instituye el tiempo de las trampas, de los desdoblamientos, de las máscaras, del teatro, de las metáforas y alegorías, de lo cómico. Es el diferente por desconocer las diferencias.
Pensar que Descartes era un lector admirado del Amadís de Gaula, esta obra del ciclo artúrico que narra las aventuras de un niño entre hechiceros. Lectura diletante y tranquizadora del anacrónico mundo de la caballería.
Mundo que Cervantes descompagina, y Descartes reordena en una nueva constelación filosófica.
|