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Sobre el libro de Roberto Kosulj
El libro de Roberto Kosulj “¿Choque de civilizaciones o crisis de la civilización global?” no tiene antecedentes, en mi conocimiento, en la literatura ensayística argentina. Su originalidad se debe a lo siguiente:
a) |
al cruce de disciplinas, de las que rescato tres: economía, sociología y filosofìa. |
b) |
a su tesis acerca de la relación entre crecimiento económico y urbanización y los límites que este dispositivo determina en el proceso evolutivo de la sociedad global. |
c) |
a su propuesta ética. |
Además de sus rasgos novedosos, lo considero un libro saludable. Hay pocos autores que dan la sensación que discuten consigo mismos. En nada es un ejercicio solipsista, todo lo contrario, es una entrega generosa de un trabajo de investigación detallado, exhaustivo, humilde y abierto a la discusión. Son muchas las preguntas que nos quedan una vez que lo terminamos. En realidad, es un texto inacabado, inconcluso.
Una de las cosas que me llaman la atención del texto es su madurez. Me refiero a que enfrenta las dificultades, busca lo difícil, sabe que el camino es sinuoso, y que nada garantiza un resultado exitoso luego del largo trabajo emprendido. De ahí, entre otros rasgos, lo de saludable.
Sobran libros que denuncian el orden del mundo, que describen la situación de pobreza y de hambre de cientos de millones de seres humanos, que denuncian la corrupción política y la explotación económica, pero o son pueriles o tramposos o perversos.
La puerilidad reside en traducir problemas de poder en sentimientos de inmediata y fácil adhesión. En abusar de la piedad espontánea del lector para que comparta con el autor la catársis y el alivio subsiguiente. La puerilidad también consiste - es muy habitual entre filósofos - en analizar los conflictos haciendo abstracción de las situaciones concretas, de conocimientos específicos, y de remitirse a juegos de lenguaje inocuos en situaciones inexistentes.
La trampa a su vez resulta de una estafa ideológica. Un procedimiento deshonesto que manipula argumentos según intereses preestablecidos ya sean políticos, comerciales o morales. Nada se cuestiona porque todo debate, crítica, o franca exposición de un desacuerdo favorece a un supuesto enemigo.
La perversión es la de quien usa y abusa de imágenes de dolor para crear culpa en el prójimo, sin límites en la exposición de la crueldad cuando sirve a ciertos fines y sin límites en callar o minimizar la misma crueldad cuando así conviene.
Por eso el libro de Kosulj es saludable, porque plantea los dilemas y problemas urgentes del mundo de hoy pero no para legitimar un interés previo, ni para satisfacer un narcisismo que busca en los lugares comunes y en las palabras fáciles el beneplácito social.
Es un libro jugado. El autor toma posición clara e inequívoca sobre varias cuestiones. Nos da un diagnóstico, lo que ya de por sí es arriesgado. Habla de una crisis civilizatoria, lo que significa que si no hay una mutación cultural se va hacia un proceso cada vez mayor de destrucción no creativa sino letal.
Confronta con la tesis del choque de las civilizaciones de Huntington atacando el fundamentalismo basado en el misticismo cientificista y en lo que denomina epistemología natural de occidente.
La idea de que la revolución tecnológica cada vez más acelerada crea las condiciones materiales para solucionar los problemas del mundo, creer que el desarrollo de las fuerzas productivas permite en situaciones de mayor equidad social o más justicia distributiva, cumplir con el sueño de la modernidad, este proyecto no tiene posibilidades de realización. Kosulj subraya que este proceso está llegando a sus límites y que la naranja ya está seca, no tiene más jugo. La India y la China son la última levadura de la torta productiva, y luego ya no ha de haber con qué seguir horneando. La crisis será inmanejable y la violencia impredecible.
Son muchas las preguntas que un lector puede hacerse y que seguramente Kosulj puede aclarar al menos en parte. Puede sorprender que el proceso de urbanización esté llegando a su techo para quienes habitan en un continente en el que decenas de millones viven en chozas, bohíos, villas, favelas. Un continente en el que hay quienes como el peruano Hernando Soto propone la capitalización de los pobres sin vivienda haciéndolos propietarios de sus lotes. Continentes en los que otros crean bancos para pobres para desarrollar millones de nuevos emprendimientos, digo que puede sorprender, nada más que eso, que se estime que las masas de pobres del mundo ya estén integradas al proceso civilizatorio material y que el remedio no sea distribuir en las actuales condiciones. ¿ Pero cuáles son para Kosulj estas condiciones? La de un complejo militar-industrial inelástico, sin posibilidades de conversión hacia nuevos servicios e industrias civiles y pacíficos, y de una economía poco flexible que no puede renunciar a producir bienes con fechas de vencimiento cada vez más breves para un público consumidor adiestrado para la novedad permanente, no puede detener el derroche ni realizar el cambio sin provocar un desajuste económico y social de graves perjuicios.
¿ Qué hacer? ¿ Qué esperar? Kosulj propone un debate sobre los valores. Sus observaciones son interesantes, y valientes, en un medio en el que los sobreentendidos, las complicidades y el espíritu corporativo permite que se escuden oportunistas y perezosos.
Que un intelectual crítico como Kosulj nos hable de la bondad y del amor, como sentimientos morales que deben guiar a los hombres en su apreciación de los problemas comunes, también es saludable. Kosulj habla de modernidad, posmodernidad, y de neomodernidad. Propongo que cuanto menos se hable de épocas culturales mejor comprenderemos lo que nos interesa pensar. Sostener que la modernidad es la razón ilustrada, la posmodernidad el relativismo frívolo, también es parte de una epistemología natural que concibe de un modo puritano e higiénico a una racionalidad que en la práctica jamás existió. Ni la racionalidad ni el universalismo ético o cognitivo son modelos ahistoricos. No es lo mismo la universalidad platónica que la estoica, ni la paulina que la spinozista o leibniziana, ni éstas que la kantiana, la que se define como universalidad subjetiva, y así en más. La razón no tiene enemigos, ni la verdad es un valor que haya que proteger. Estos son también enemigos inventados para defender posiciones dogmáticas que pretenden hablar en nombre de la Ilustración.
El misticismo de la ciencia del que nos habla Kosulj condena lo que llama superstición o delirio que ve planear sobre el psicoanálisis, las disciplinas históricas y el pensamiento crítico. Para no agregar la metafísica. Razón y ciencia son símbolos que nada tienen que ver con prácticas de conocimiento sino con lo que Nizan definía como perros guardianes del saber en el que priman más pasiones tristes - como decía Spinoza - que las que se quieren admitir. ¿Qué tienen que ver con la libertad crítica los Savonarolas de la Razón? Desde cuando una filosofía que no sea refutable es un delirio?
Es valioso el aporte que nos hace el autor cuando trata de medir los alcances de los movimientos emancipatorios de los que luchan por los derechos de las minorías, su llamado a la reflexión sobre un orden de jerarquías en la protesta como los equívocos que puede revestir, como sus observaciones sobre la potencia moral y existencial de las religiones. No hay que confundirlas con su uso marcial. No todo movimiento de liberación se libera de ciertas astucias del sistema.
Contribuir con un pensamiento sobre nuestra situación en el mundo, sobre lo que depara el siglo XXI, que preste atención a la historia y al acerbo cultural de más de una civilización, señala un preocupación no sólo sincera sino inquieta. El no depender de la inercia productiva e inventiva de la ciencia y de la tecnología es una preocupación frecuente en el siglo XX. Y ha sido una preocupación de la aurora de la civilización, tanto en el Antiguo Testamento, en la tragedia griega, como en la filosofìa de Kant.
Una de las razones por las que las filosofìas constituyen configuraciones de pensamiento originales respecto de otros intentos epistémicos, es el modo en que se enfrentan a dificultades, aporías, paradojas, fantasmas insistentes que nunca dejan de sortearse.
No es la verdad un valor mayúsculo de la filosofìa, quizás lo sea más el sentido. Los nombres colectivos que el mismo Kosulj invoca, como el de humanidad, en la Ilustración, específicamente en Kant, es difuso y confuso si se lo restringe a la libertad y la razón como esencias singulares del hombre. La humanidad y el humanismo fueron para el filósofo alemán un deseo cosmopolita, apunta a la idea de un mundo de confederaciones de estados en paz perpetua que posibilite que los habitantes circulen con libertad como ciudadanos del nundo. Un ideal político.
Para seguir esperando y creyendo, Kant nos deja las ficciones razonables de la Creación Divina, la Inmortalidad del Alma y del sentido de Todo lo existente. Una idea genial ésta de apostar por una ficción establecida por la razón. Rousseau - pensador quizás más cercano a Kosulj - piensa lo colectivo mediante la ficción del contrato social base de la legitimidad de la democracia popular. Las filosofìas no son interesantes por ser verdaderas, no hay progreso entre Platón y Wittgenstein, sino por crear sentido en donde hay enigma, orden en el caos, y movimientos sísmicos en donde se implantan el dogma, la autoridad y el absoluto.
Apelar a la bondad y al amor es pedir que pensemos nuevamente más allá de lo que hay. Que no nos olvidemos de esas palabras, que no vivamos más en el miedo, que Maquiavelo y Hobbes no sean las últimas lucideces que nos guién. Que no nos satisfagamos con la conservación de lo que aún queda en pié por miedo a las aventuras del cambio.
Kosulj dice que se necesita una mutación cultural. Cita a Baumann quien evoca la pulverización de la moral desde lo que llamó Hölderlin “el alejamiento de los dioses”. Pero la historia no vuelve atrás para recuperar lo perdido. No puede ir más acá de Kant quien distinguió conocer y pensar y diagramó con precisión los límites de la razón. Por eso me recordaba nuestro autor a Rousseau y sus panegíricos contra las artes, las ciencias y los artificios dañinos para la civilización. Quizás sea necesario aclarar que Rousseau fue alguien bastante más inteligente que el infantilizado que ensalza la vida salvaje.
¿Qué es una mutación cultural? Pensemos en Alejandro y el helenismo, en la caída de Roma, o en el nacimiento de los tiempos modernos. Declinemos en consonancia los efectos mentales que produjeron el invento de Gutemberg, los descubrimientos de Colón, la Reforma de Lutero, y la revolución científica de Galileo. ¿ Cuál fue el precio? El auge económico de Europa, los imperios comerciales, las guerras de religión, la supresión sangrienta y endémica de millones de aborígenes, una nueva concepción del universo, la conformación de la mentada epistemologìa natural y el control de las fuerzas naturales, la esclavitud, el fin de la cultura mediterránea y el traslado del eje económico al Atlántico. ¿ Cuál ha sido el costo de la mutación? ¿ Y sus beneficios?
¿Podría haber habido lucha por la libertad, idea de individuo, dignificación del trabajo, conformación de estados nacionales, abolición de fueros de nobleza, confianza en el pensamiento humano para resolver por sí mismo los desafíos de la vida, sin ese costo?
Kant definía a la Ilustración como la era de la mayoría de edad de la humanidad. Pedía a los hombres que tuvieran coraje para pensar por sí mismos. Pero también diagramó con su genio una idea de la moral que implanta la obediencia debida. El respeto a la ley en sí y por sí misma. Las filosofìas se caracterizan por su doble filo. Son artefactos frágiles, deben manejarse con cuidado. Pueden ser usados para fines opuestos. Por eso Kant es un formalista que pudo haber contribuído mediante el abuso y manipulación de su pensamiento a crear ejércitos de obedientes y respetuosos del poder. Para qué hablar de Nietzsche, ejemplo fácil y engañoso de quien pedía un retorno a la niñez y a los juegos del artista. Lo que hoy se denigra con la etiqueta de posmodernismo esteticista. O Rousseau para muchos el filósofo del fascismo y del despotismo llamado popular.
Quiero decir que no hay una filosofía que nos espera en los arcanos de la humanidad. El conflicto de las interpretaciones no puede cerrarse. Tampoco podemos inventar un poder superior al que delegamos nuestro poder. Sí podemos soñar el sueño de la razón, un consejo de la magistratura mundial, una aristocracia de notables que diagrame el mundo con racionalidad y mesura. La lucha es abierta y su devenir es totalmente incierto.
Creo que la de Kosulj es una propuesta no sólo respetable sino interesante, sigue al mentado Rousseau quien ante las críticas que no lo dejaban descansar decía: prefiero que me señalen contradicciones a tener prejuicios. Cada uno usará de este libro riquísimo la tajada que más útil y funcional le sea. En lo que a mí respecta no me permite creer, sentimiento débil, sino a pensar con libertad. |